James A. Smallwood ID

Psicología

James siempre ha sido, ante todo, un hombre. Un ser por cuyos genes no se pudo considerar humano. Debido al gen Lycan, que está arraigado en lo más profundo de su cuerpo, nos encontramos ante un hombre con unos instintos básicos y primarios bastante presentes y muy difíciles de satisfacer. Se trata de una persona intensa y apasionada, tanto en la cama como fuera de ella.

James es un hombre confiado y bastante seguro de sí mismo. Algunas veces, esta confianza puede rayar en la arrogancia, sin embargo no es algo que provoque adrede. Un científico inteligente y bien preparado, además de un cazador nato y siempre preparado para entrar en acción. Espera que las cosas estén, en todo momento, bajo su control, es un obseso que odia cuando algo se tuerce y se ve en la obligación de improvisar.

Es bastante complicado poder leer su interior, sus ojos siempre son cubiertos por una capa de helada indiferencia. No hay casi nadie que sea capaz de comprenderlo, y él no se molesta en abrirse a los demás para que puedan hacerlo. Considera los lazos como algo necesario, aunque solo cuenta con un par de amigos a los que confiaría su pellejo.

En cuanto a sus hembras es un hombre que nunca sintió el profundo deseo de poseer a alguien, de marcarla y gruñir a todos para indicar que ella era suya, hasta un par de años atrás. Nunca antes había sentido aquel intenso deseo por una hembra, aquel sentimiento de protección y posesión que había experimentado, por primera vez, con la joven híbrida nieta de su propio jefe.

Biografía

James no tiene recuerdos, prácticamente ninguno, de su pasado antes de llegar a las manos de la pareja de científicos que le crió. Creció siendo instruido para ejercer como científico y, además, siendo entrenado por los mejores en el arte de la caza y la lucha cuerpo a cuerpo y con armas. Pasó la mayor parte de su juventud como cazador, viajando y cazando todo aquello que se interponía en su camino. Siempre libre y sin preocupaciones. Era uno de los mejores científicos que habían salido por lo que, con 27 años fue llamado y se le encargó el cuidado de la joven Mackenzie. Una joven de apenas 14 años con la que, con el tiempo, comenzó a forjar un vínculo.

Aunque no le faltaban, nunca, en su vida, había pasado demasiado tiempo con una misma hembra. Entraban en su cama, terminaban y uno de los dos abandonaba el lecho y la casa. Conocerla poco a poco, y cuidar que nadie le hiciera daño, se volvió para él algo más que un trabajo. Y el sentimiento de propiedad más primitivo comenzó a instalarse en él sin que apenas se diera cuenta. Por primera vez, dos años atrás, había sentido la necesidad de marcar a una hembra. Sin embargo, marcar a una hembra significaba pasar con ella el resto de su vida, y él no estaba por la labor de hacerlo. Desde siempre había sido cuidadoso con sus pruebas, sabía que si algo le ocurría a la joven todo el peso recaería sobre su cabeza, sin embargo poco a poco su jefe empezó a dejar de importarle, se preocupaba más por la joven que por lo que el otro pudiera hacerle a él.

Cuando Mackenzie escapó de Antigen y, por lo tanto, de él sintió el profundo deseo de salir a buscarla de forma inmediata. Sin embargo tuvo que esperar por la orden de su jefe. De igual forma, si no se la hubiera dado, habría salido tras ella de forma inmediata. La seguía muy de cerca, pero ella conseguía escurrirse de sus dedos cuando ya la tenía casi acorralada, eso provocaba una profunda frustración en él. Siempre había sido un cazador infalible, y que esa mocosa apareciera en su mente para enloquecerlo estaba comenzando a molestarle.